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A nuestra TV solo le ven las mamas.

El semblante de la primera pantalla colombiana es de suma gravedad, aunque su sistema analógico tiene las horas contadas, su paulatino envejecimiento ocasionado por una dieta saturada de contenidos y formatos extranjeros, no le permite alimentarse con una dieta rica en productos caseros, por eso arrastra consigo varias “enfermedades”.


Nuestra televisión no tiene la forma esbelta y rozagante de otros años, la última fotografía que le fue tomada muestra la realidad actual. Tiene una baja estatura debido a que su columna vertebral ha sido intervenida en muchas ocasiones, con procedimientos copiados del extranjero. La cintura de nuestra televisión se ha duplicado con tanta “comida” basura que ingiere a diario su parrilla de programación y su cabeza ya no piensa, ahora emite, balbucea espacios incoherentes; sufre de Alzheimer moderado no recuerda sus contenidos de gran éxito.

Con la llegada de la multipantalla la televisión nacional se avergüenza al verse reflejada en varios espejos y más grave aún, hasta nos burlamos de la pobre. El plato principal de la parrilla de programas que consume la televisión en el mundo son las historias propias, su propia cocina.

Los críticos y las audiencias han hecho “junta médica” han ensayado con diversos medicamentos como la CNTV o ANTV pero son pañitos de agua tibia que no aliviaron su estado. Ahora están reformulando la tradicional televisión colombiana con lo último en medicación, “la convergencia” en suspensión oral y en tabletas, tratamiento que inicia en los próximos meses con la firma del doctor Duque.

Antes de esto nuestra sexagenaria tv está siendo objeto de una larga cirugía plástica general llamada “TDT” su intervención que finaliza el 31 de diciembre de 2019, por ahora es mejor no mirarla con detalle, porque se le notan las arrugas estiradas hasta la espalda dando una apariencia de chica japonesa.



Esa apariencia de extranjera de nuestra pantalla chica, se nota en contenidos turcos, formatos de entretenimiento holandeses e israelíes, con temáticas de narcotráfico para mostrarse sexi ante el mundo y un desespero por quitarle los novios Netflix.
Por eso las radiografías que semana a semana le toman al 90% de su cubrimiento público nacional y regional, tienen de 0,6 a 3,5 de rating cuanto más. Lo que no se queda atrás es su zona privada, sus mamas artificiales. Una de sus mamas (RCNTV) arrastra una dolencia agravada en los últimos meses, su radiografía mensual no supera los 5,3 de rating, mientras que la otra (CARACOLTV) tiene una mejoría exagerada con promedios de 15 puntos en sus autoanálisis diarios, pero su aspecto audiovisual nos deja muchas dudas, la gente la ve por costumbre, sin emoción alguna.



Profesionales americanos, han montado consultorios concesionarios aquí para mejorar nuestra televisión, (CANAL 1) pero no deberían utilizar mucho anabolizante, un proceso metabólico foráneo que lo rechaza el organismo nacional.

Críticos de academia y televidentes acuciosos quieren diagnosticar nuestra televisión tradicional pero los médicos audiovisuales tradicionales, continúan con las mismas narrativas, las mismas pócimas. El analista Carlos Obando Arroyave la consultó en su clínica y manifestó una sintomatología grave que reveló a través de su ensayo “Perversiones Digitales” allí recomendaba fortalecer la narrativa transmedia, su lenguaje y estética desde la ficción poética hasta su objeto comercial.

Concluimos con el primer diagnóstico que hicimos a nuestra televisión colombiana, la carencia de historias propias, de contenidos ligados a nuestra idiosincrasia, a nuestra identidad. Los contenidos propios inherentes a nuestra cultura.

El mundo de la industria audiovisual nos está dejando, es el momento de adelantar procesos de cambio hacia las nuevas narrativas, una terapia intensiva que productores, libretistas, público, críticos, realizadores y legisladores deberían intervenir, para salvar nuestra industria audiovisual, en especial la televisión colombiana de vemos actualmente.

FERNANDO RAMÍREZ MONTOYA

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